Muchas de las dificultades inherentes a la comprensión del ritmo surgen de la incapacidad de apreciar debidamente los numerosos y variados orígenes desde los cuales emergen los cambios de intensidad rítmica que producen el movimiento. La actividad en el ritmo acórdico puede llegar a confirmar cierta regularidad métrica, por ejemplo.
La recurrencia regular constituye sólo un aspecto del ritmo y el movimiento, y es posible que ni siquiera sea el más importante. Basándonos en esto, deberíamos buscar primero un espectro de intensidad rítmica, entendido desde una actividad relativamente baja a una actividad comparativamente alta. Las funciones rítmicas no son fijas, sino relativas, y hemos de estar preparados para identificar las tensiones activas y las relativamente inactivas, así como las tensiones estables y las relativamente inestables.
Como hipótesis general, se podrían distinguir tres estados de ritmo distintos dentro de cualquier espectro:
1. Tensión. Los niveles elevados de actividad procedente de cualquier origen pueden producir una tensión proyectiva de cualquier duración. La tensión debería entenderse como el impacto sentido en el punto crítico de cambio. Usaremos el término acento para referirnos a las intensificaciones breves, principalmente las que se dan dentro del compás; el de tensión o acentuación a las duraciones medias (como frase tensional) y el de énfasis para áreas más amplias de actividad intensificada.
2. Calma. En el polo opuesto del espectro, un estado de relativa estabilidad o pausa surge de los niveles más bajos de actividad rítmica. Una potencialidad del ritmo muy atractiva es la condición de calma relativa producida cuando un elemento se estabiliza mientros otros continuan su libre curso.
3. Transición. En la preparación de una situación tensa encontramos muchos estados transitivos de la actividad rítmica. En el repertorio más familiar a nosotros encontramos con frecuencia que esas transiciones casi siempre suelen ser preparaciones, a menudo a base de intensificaciones graduadas. Sin embargo, podemos igualmente encontrar situaciones más o menos estructuradas que hacen uso de transiciones recesivas o de retorno. Hablaremos entonces de transiciones ascendentes y descendentes, intesificaciones y desintensificaciones, preparación y recesión, activación y relajación, impulso y repliegue.
Los matices de diferenciación semántica pueden sugerir diferencias en el efecto rítmico expresado por el análisis. Las transiciones, así como las tensiones y los momentos de calma, no se adhieren a una longitud necesariamente rígida, sino que pueden tener una duración sumamente variable.
La recurrencia regular constituye sólo un aspecto del ritmo y el movimiento, y es posible que ni siquiera sea el más importante. Basándonos en esto, deberíamos buscar primero un espectro de intensidad rítmica, entendido desde una actividad relativamente baja a una actividad comparativamente alta. Las funciones rítmicas no son fijas, sino relativas, y hemos de estar preparados para identificar las tensiones activas y las relativamente inactivas, así como las tensiones estables y las relativamente inestables.
Como hipótesis general, se podrían distinguir tres estados de ritmo distintos dentro de cualquier espectro:
1. Tensión. Los niveles elevados de actividad procedente de cualquier origen pueden producir una tensión proyectiva de cualquier duración. La tensión debería entenderse como el impacto sentido en el punto crítico de cambio. Usaremos el término acento para referirnos a las intensificaciones breves, principalmente las que se dan dentro del compás; el de tensión o acentuación a las duraciones medias (como frase tensional) y el de énfasis para áreas más amplias de actividad intensificada.
2. Calma. En el polo opuesto del espectro, un estado de relativa estabilidad o pausa surge de los niveles más bajos de actividad rítmica. Una potencialidad del ritmo muy atractiva es la condición de calma relativa producida cuando un elemento se estabiliza mientros otros continuan su libre curso.
3. Transición. En la preparación de una situación tensa encontramos muchos estados transitivos de la actividad rítmica. En el repertorio más familiar a nosotros encontramos con frecuencia que esas transiciones casi siempre suelen ser preparaciones, a menudo a base de intensificaciones graduadas. Sin embargo, podemos igualmente encontrar situaciones más o menos estructuradas que hacen uso de transiciones recesivas o de retorno. Hablaremos entonces de transiciones ascendentes y descendentes, intesificaciones y desintensificaciones, preparación y recesión, activación y relajación, impulso y repliegue.
Los matices de diferenciación semántica pueden sugerir diferencias en el efecto rítmico expresado por el análisis. Las transiciones, así como las tensiones y los momentos de calma, no se adhieren a una longitud necesariamente rígida, sino que pueden tener una duración sumamente variable.
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