viernes, 20 de noviembre de 2009

El proceso de crecimiento

La idea estiloanalítica de la forma musical, tomada como elemento resultante y a la vez combinador, requiere un término nuevo que sirva para expresar la vitalidad de una propuesta funcional, así como para disolver las rigideces sugeridas por la palabra forma, lamentablemente estática.

La palabra crecimiento satisface estos requisitos, puesto que sus connotaciones incluyen el sentido de continuación expansiva y la sensación paralela de ir logrando algo permanente. Ambos aspectos del crecimiento, aunque decisivamente interactivos, pueden ser separados por razones analíticas en dos funciones paralelas: movimiento y forma.


Sólo a través de la acumulación de articulaciones puede ser reconocido el desarrollo de la forma (su configuración creciente). La fluidez de la música debe percibirse siempre como una corriente con afluentes de muchos tamaños provenientes de muchas direcciones, y nunca como una dispersión de estanques y largo, o peor todavía, cubos y cajas (compartimentos estancos) en cuyo interior el compositor "derrama" sus ideas.

Aparte de la expansión de los módulos en el movimiento, podemos estudiar el carácter funcional del material musical mismo, que pasa por cuatro fases de relevancia creciente, dirigidas hacia la delineación de la forma:

1. Heterogeneidad. Continua proliferación de ideas que son unificadas principalmente por un medio consistente. Estos procedimientos son característicos de la música antigua y se adentran hasta el Renacimiento.

2. Homogeneidad. Es el estado común de los materiales del Renacimiento y el Barroco, que varían en sonido y armonía, permaneciendo básicamente constantes en carácter melódico y rítmico.

3. Diferenciación. A medida que crece el control en el Barroco temprano, crece también el sentido de continuación hasta alcanzar un marcado material contrastante, definido normalmente entre áreas de un mayor o menor movimiento y una forma más o menos clara. Esto dará lugar a una organización más detallada de los temas.

4. Especialización. La creciente sofisticación del control formal, reflejada en imaginativas ramificaciones como opciones de continuación condujo a la comprensión de que ciertos tipos de temas se adecuaban particularmente bien a ciertas funciones formales.

En la forma sonata, por ejemplo, la primera sección exige temas enérgicos y poderosos, capaces de establecer la tonalidad e imponer al continuum un vigoroso movimiento; de este modo, al ser fácilmente reconocible, el desarrollo y la recapitulación pueden percibirse también sin dificultad. Las secciones de transición, en las que cae la responsabilidad de la modulación, precisan material motívico corto, susceptibles de una permutación flexible. Los temas secundarios producen a menudo un importante contraste con las secciones anteriores. Por último, para terminar la exposición, necesitamos cadencias decisivas, repetidas y combinadas con una gran actividad rítmica que aseguren un doble objetivo: la estabilidad de una articulación mayor sin pérdida del movimiento fundamental. Los intentos de satisfacer estos requisitos nos conducen a configuraciones especiales para los temas cadenciales (finales).



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