lunes, 19 de octubre de 2009

La armonía

La armonía, vista como elemento analítico del estilo, no sólo comprende el fenómeno del acorde asociado con el término, sino también todas las demás relaciones de combinaciones verticales sucesivas, incluyendo el contrapunto, las formas más o menos organizadas de la polifonía y los procedimientos disonantes que no hacen uso de las estructuras o relaciones "familiares" de los acordes.


Si pasamos revista a la música que conocemos en todo el mundo, la historia de la música occidental (y la que de ella se deriva) sobresale inmediatamente por su énfasis centrado en la armonía. Este énfasis ha producido una sofisticación del sistema referido a la armonía que va más allá de la organización de los otros elementos. La complejidad de este sistema justifica una comparación con el lenguaje, con sus niveles interrelacionados de palabras, gramática y sintaxis.

Debido precisamente a la firme organización de este sistema, podemos diferenciar más claramente, en muchos períodos de la historia de la música, el comportamiento de ciertos convencionalismos de la armonía. Estos convencionalismos ayudan considerablemente al análisis del estilo, puesto que proporcionan un conocimiento sobre tendencias progresivas, convencionales o regresivas del estilo armónico de cualquier compositor, distinguiendo lo que es común de lo que es extraño y original en el uso de los acordes, progresiones y modulaciones.



La armonía produce su impacto a través de una serie de relaciones que pueden variar radicalmente entre los diferentes compositores, escuelas y épocas. Por ejemplo, una nota de paso diatónica que nosotros reconocemos claramente como disonante dentro del convencionalismo armónico de la época de Mozart, puede ser el procedimiento más consonante observable en un pasaje de Richard Strauss.

Por esta razón, tenemos que volver a unos conceptos mucho más primitivos y fundamentales de la función armónica con el fin de obtener una generalización lo suficientemente amplia como para poder servir a todos los requerimientos del análisis de estilo. Esas dos funciones de la armonía son:

1. Color. El color armónico es en muchos estilos el recurso afectivo más instantáneo de la música. Somos conscientes inmediatamente de los cambios producidos de las formas de acordes mayores a las menores, cuartas y quintas vacías frente a triadas y séptimas, posiciones cerradas frente a abiertas (esto tiene también que ver con el factor sonido que ya hemos visto), relaciones entre tonalidades oscuras (bemoles) y luminosas (sostenidos). También podemos descubrir valores de color respecto a la mayor o menor disonancia.

2. Tensión. Desde el momento en que podemos hablar de "resolución" de un acorde o de una disonancia (obviamente, porque la sentimos), eso significa que las relaciones armónicas ejercen efectos intrínsecos de tensión; igualmente, en dimensiones más grandes somos también conscientes de áreas de estabilidad e inestabilidad en relación a un punto de partida.


Igualmente básico para la observación del fenómeno armónico es la necesidad de distinguir entre lo esencial y el detalle; en términos de forma, entre las funciones estructurales y ornamentales.

Aunque podamos deducir algunas claves de las funciones armónicas estructurales a base de buscar su confirmación mediante otros elementos, el principal determinante será la duración.

Sin embargo, debido a la naturaleza extremadamente diversificada de la armonía, este criterio puede no ser suficiente. Para satisfacer esta situación y los requisitos consiguientes, será necesario determinar a menudo una dimensión específicamente armónica, el módulo armónico, la unidad característica del movimiento armónico, que no va a ser necesariamente un tiempo métrico.

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